El mundo cambia constantemente, es el ciclo de la vida, el tiempo pasa; y con este las necesidades cambian, lo que un principio era secundario puede volverse prioritario con un solo parpadeo. Hace años, se apostaba por un modelo de desarrollo y expansión sin límites, lo que parecía infinito pronto se volvió finito. Las voces de alarma saltaron, en cierta medida amortiguadas, pero eso no hizo que callaran sino que alzaran aún más la voz.
Como resultado de esas voces cada vez somos más conscientes de lo necesario que es la sostenibilidad, del cambio climático; y de las consecuencias que este ha traído consigo en varios lugares del mundo.
Con las piezas sobre el tablero nos vemos en la obligación convertir la sostenibilidad en un factor fundamental si queremos asegurar el presente, pero sin descuidar el futuro, con la impronta de la protección ambiental, el crecimiento económico y el desarrollo social.
La emergencia climática obliga a consumidores, empresas e instituciones a dar un paso al frente, a trabajar para evitar un mal mayor provocado por la inactividad que ha reinado hasta el momento. La sostenibilidad económica necesita de un cambio de paradigma, alineado con la realidad social de la población de la mano con la responsabilidad ambiental.
Por esto, ahora cuando hablamos de turismo buscamos un turismo sostenible. Pero al hablar del término sostenibilidad muchas personas piensan solo en la ambiental, olvidando que es un proceso multisectorial y no excluyente.
La sostenibilidad va más allá, no podemos hablar de ella si no hablamos de sostenibilidad social y económica, de desarrollo sostenible o de turismo sostenible. La acción en favor de un futuro sostenible ha de ser combinada. La misión no es sencilla, tampoco es rápida, ni fácil, pero trabajar para conseguirla es un deber social, ético y moral.